El uso de un meson de cuarzo blanco en la cocina cada vez se vuelve más popular por varias razones. Primero, la durabilidad del cuarzo es notable. Este material se trata de un compuesto de cuarzo natural hasta en un 90-95%, combinado con resinas y pigmentos para lograr superficies resistentes. Se sabe que el cuarzo es uno de los minerales más duros en la escala de Mohs, solo superado por el diamante. Esto significa que es altamente resistente a rayones y daños físicos, lo que lo convierte en una opción segura y confiable para cocinar.
Por otro lado, el cuarzo se caracteriza por ser no poroso, lo que significa que no absorbe líquidos. Esto es crucial en la cocina, ya que reduce significativamente el riesgo de proliferación de bacterias y moho. En un estudio realizado por la Universidad de Arizona, se descubrió que las superficies porosas pueden albergar hasta 10 millones de bacterias por pulgada cuadrada. Optar por mesones de cuarzo limita esta exposición, ofreciendo un entorno más higiénico para alimentos.
En términos de mantenimiento, el cuarzo es notablemente fácil de limpiar. A diferencia del granito o el mármol, que requieren sellado periódico, el cuarzo solo necesita limpieza regular con agua y jabón suave. Empresas líderes del mercado, como Silestone, destacan esta característica como uno de los principales atractivos del producto, ahorrando tiempo y esfuerzo en el cuidado diario y evitando el uso de productos químicos fuertes.
Sin embargo, algunas personas se preguntan sobre la resistencia al calor del cuarzo. Es cierto que, aunque el cuarzo es bastante resistente, las resinas que se utilizan en su creación pueden dañarse o decolorarse con el calor extremo. Se recomienda evitar el contacto directo con ollas o sartenes calientes, usando siempre un salvamanteles. Cuando se trata de temperatura, el cuarzo generalmente puede soportar hasta 150°C sin problemas.
El aspecto estético no se queda atrás. El cuarzo blanco ofrece un acabado pulido y elegante que se adapta a múltiples estilos de diseño de cocinas modernas. Diseñadores de interiores reconocen esta elección por su capacidad de crear espacios luminosos y amplios. Un ejemplo notable es el exitoso proyecto de renovación de cocinas en el Hotel Ritz de París, que incorporó cuarzo blanco en su reforma, logrando un espacio tanto funcional como visualmente atractivo.
En cuanto a la inversión, aunque los costos iniciales pueden parecer elevados, con precios que oscilan entre los $50 y $100 por pie cuadrado, la longevidad y bajo mantenimiento ahorran dinero a largo plazo. Un análisis de costo-beneficio demuestra que, a lo largo de 10 años, los mesones de cuarzo blanco suelen tener un retorno de inversión (ROI) positivo, especialmente en hogares que valoran la estética y funcionalidad duraderas.